Fotografía de
Stewart Fallon |
Todos hemos oído hablar del enorme valor que tienen los arrecifes de coral, tanto por la inmensa biodiversidad que albergan, como por el papel de barrera protectora que ejercen contra la erosión costera o la importancia para las pesquerías e incluso el turismo. El contexto actual de cambio climático, en combinación con otros factores de estrés como la sobrepesca o la contaminación, hace que estos ecosistemas se encuentren entre los más amenazados del planeta. Su extrema sensibilidad a los cambios ambientales, como la temperatura del agua, la precipitación o la turbidez, los hace, a su vez, enormemente valiosos como archivos climáticos. Estos cambios ambientales quedan registrados en su esqueleto carbonatado (CaCO3) de diferentes maneras, lo que permite obtener información climática del pasado más reciente del planeta. Dada la limitada cobertura temporal del registro instrumental, y la longevidad de varios siglos de algunas especies de corales masivos, esta información es muy útil para resolver con detalle la variabilidad climática a largo plazo, ya sea a escala estacional, anual o decadal.
Las bandas de crecimiento Los corales tropicales, como sucede con los troncos de los árboles, dejan un registro anual de su crecimiento en forma de bandas de diferente densidad en su esqueleto carbonatado. Esta característica resulta de gran utilidad para establecer la edad del coral que, añadido al crecimiento rápido y continuo de estos organismos (de milímetros a centímetros por año), permite reconstruir las condiciones ambientales y oceánicas de las aguas donde vivió el coral con una resolución temporal subanual. Además de un marco cronológico, el patrón de crecimiento de estas bandas y las diferencias de densidad de las mismas de un año al siguiente nos ofrecen también información paleoambiental: la tasa de extensión lineal (cm/año) y la densidad del esqueleto carbonatado (g/cm) varían en función de parámetros como la temperatura, la luz o la turbidez del agua. En general, la tasa de crecimiento aumenta con la temperatura y la intensidad de luz, lo que queda reflejado en la distancia entre bandas de densidad sucesivas. No obstante, no siempre es fácil atribuir el patrón de crecimiento observado a un único factor, lo que complica la interpretación paleoambiental. Geoquímica del esqueleto coralino Sin duda, la mayor fuente de información paleoambiental la encontramos en la composición química del esqueleto carbonatado de estos corales. A medida que el coral crece, incorpora toda una serie de elementos químicos e isótopos que reflejan las condiciones ambientales de las aguas en las que calcifica. De esta manera, por ejemplo, la cantidad de estroncio con respecto al calcio (relación Sr/Ca) del esqueleto coralino está linealmente relacionada con la temperatura del agua marina, mientras que la composición isotópica del oxígeno del CaCO3 nos ofrece información combinada de cambios en la temperatura y la salinidad (cambios en el balance hidrológico precipitación-evaporación). Un tercer proxy de más reciente aparición y de uso menos extendido, en parte por las dificultades técnicas asociadas a su análisis, son los isótopos de boro como trazador del pH del agua de mar. Este tipo de análisis geoquímico ha permitido realizar reconstrucciones paleoceanográficas de los últimos siglos y capturar la variabilidad interanual de fenómenos como El Niño o la variabilididad interdecadal asociada a la PDO (Pacific Decadal Oscillation, en inglés) o la NAO (North Atlantic Oscillation). La obtención de corales fósiles, además, ofrece la posibilidad de retroceder más atrás en el tiempo y reconstruir las condiciones en determinados momentos del Holoceno, incluso del anterior período interglacial, hace más de 100.000 años. En la última década, junto con los corales tropicales, que nos ofrecen una visión muy detallada de los trópicos pero limitada a estas regiones, los corales de aguas frías, que se encuentran distribuidos entre varias latitudes y profundidades, están mostrando también un gran potencial como archivos de las condiciones en las que crecen, relevantes para estudiar, por ejemplo, cambios en la distribución de nutrientes o la circulación oceánica. |
Eva Calvo
Científica titular del ICM-CSIC Sus intereses de investigación se centran en la reconstrucción de las condiciones oceánicas pasadas y su papel en el cambio climático, incluido el vínculo con las concentraciones atmosféricas de CO2, con el objetivo de comprender mejor el papel y la capacidad de los océanos en el secuestro de las emisiones de CO2 presentes y futuras. Hace uso de proxies geoquímicos orgánicos e inorgánicos de sedimentos y corales de aguas profundas para reconstruir cambios pasados en la temperatura de la superficie del mar, la productividad marina y la química oceánica. Más recientemente, se ha interesado en estudiar el impacto de la acidificación de los océanos en los ecosistemas marinos como resultado de la absorción antropogénica de CO2. |